Llueve. Las gotas de agua chocan contra el cristal de mi ventana creando una triste melodía. Me sumerjo en la melancolía y viajo a otro mundo. A mi mundo. Ese en el que me encuentro a gusto y me relajo. Allí, abro mi libro y poco a poco, a medida que paso las páginas, siento cómo desaparezco, cómo me adentro en la historia, cómo me atrapa y no pongo resistencia, solo me dejo llevar. Las gotas continúan llamando a mi ventana. Parece que quieran atravesar el cristal y colarse dentro, pero se estrellan sin éxito y caen, deslizándose, formando surcos en mi ventana. Me encanta observarlas y jugar a adivinar cuál de ellas llegará antes al final de su recorrido, mientras me pregunto cuál será el final del mío.